Eficiencia: Una definición clara con un significado escurridizo
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Imagen: qimono (Pixabay) |
El peor enemigo de la vida, la libertad y la
decencia común es la anarquía total; el segundo peor enemigo es la eficiencia
total.
—Aldous Huxley
La Ilusión de la Claridad
La
eficiencia es una de esas palabras doradas que parecen tener un
atractivo universal, porque claro, ¿quién no quiere ser eficiente? Y sí, la
palabra es hoy todavía más popular bajo las condiciones políticas y económicas
actuales. Un buen ejemplo de esto es la recién creada Department of Government
Efficiency (DOGE) en Estados Unidos.
Ejemplos de “eficiencia” encontramos por todos lados: las empresas buscan eficiencia operativa, los desarrolladores quieren escribir código eficiente, los fabricantes presumen de producción lean, y en general, las personas aspiran a administrar su tiempo de forma eficiente.
El término
está tan arraigado en nuestro lenguaje cotidiano que rara vez nos detenemos a
preguntarnos: ¿qué significa realmente eficiencia?
Pues bien,
para empezar, la mayoría de los diccionarios la definen como algo así:
Para una máquina: es la relación entre la
producción útil y la energía total utilizada. En física: es la proporción de
energía que se usa para realizar trabajo útil frente al total disponible. En
economía suele referirse a la mejor asignación de recursos. Y en negocios, es
la capacidad de alcanzar objetivos minimizando el desperdicio de tiempo, dinero
o esfuerzo.
Suena
claro, ¿no?
Pero
resulta que, aunque la definición es clara, su aplicación y verdadero
significado en contextos reales distan mucho de serlo.
Y el
peligro de malentenderla o aplicarla mal, sobre todo en áreas como la salud, la
estrategia organizacional o la producción de contenido complejo, puede llevar a
malas decisiones, sistemas disfuncionales y, sí, irónicamente, a la
ineficiencia.
Entonces,
que les parece si desmenuzamos por qué pasa esto y cómo podemos comprender y aplicar
mejor el concepto la eficiencia, y como debería funcionar.
La Definición No Es El
Destino
El primer problema
es que cuando las personas persiguen la eficiencia sin entender bien el
contexto en el que debe operar, caen en ciertas trampas.
¿Por qué?
Porque, como vimos en la definición anterior, la eficiencia es un concepto
relativo, no absoluto.
Por
ejemplo, un sistema puede ser técnicamente eficiente haciendo algo incorrecto.
Puedes construir una fábrica increíblemente rápida y optimizada que produce un
producto que nadie quiere. O diseñar un proceso súper eficiente que en realidad
aleja a usuarios o empleados. O escribir un código tan conciso que nadie más
puede mantener… ¿te suena familiar?
De manera
que, aunque la definición formal de eficiencia nos da un marco de medición, no es
una brújula moral. Mal empleada, la eficiencia generalmente no pregunta:
“¿Deberíamos estar haciendo esto?” Solo
pregunta: “¿Qué tan bien estamos haciendo lo que hacemos?”
Un caso
típico: en el desarrollo de software, mejorar una aplicación existente para que
corra más rápido puede parecer una ganancia de eficiencia a corto plazo. Pero
si esa aplicación ya no está alineada con los objetivos de la organización, ese
esfuerzo es técnicamente eficiente, pero estratégicamente es un desperdicio.
De nuevo, un clásico ejemplo de una trampa de eficiencia: ser mejor en hacer lo incorrecto.
Texto sin Contexto
Para
aplicar la eficiencia de manera significativa, necesitas entender el contexto
en el que será aplicada: una mezcla de objetivos, restricciones, actores
involucrados y visión a largo plazo.
Sin ese
contexto, la eficiencia se vuelve mecánica, y puede volverse en tu contra.
Veamos algunos
ejemplos en diferentes dominios o sectores:
1. En Operaciones de
Negocio
Las
organizaciones priorizan la eficiencia en los procesos: estandarizan tareas,
reducen redundancias y automatizan todo lo posible. Y sí, todo eso puede ser
útil. Pero si estas medidas se aplican de manera uniforme sin considerar otros
factores, como la experiencia del cliente, las necesidades de innovación o las
diferencias culturales entre equipos, lo que obtienes son organizaciones con
procesos rígidos y frágiles.
Por
ejemplo:
Los scripts
de atención al cliente pueden ser muy eficientes para reducir tiempos de
llamada, pero si frustran al cliente o limitan la flexibilidad del agente, el
costo a largo plazo supera la ganancia a corto plazo. Llamadas cortas, pero sin
cierre de ventas.
A esto yo
lo llamo la paradoja eficiencia-eficacia. La eficiencia se enfoca en hacer las
cosas bien, pero a veces nos distrae de hacer las cosas correctas (eficazmente).
2. En Tecnología y TI
En el mundo
de la TI, es común confundir eficiencia con rendimiento o recorte de costos,
¿te suena?
El problema
es que un sistema de TI no es eficiente solo porque sea rápido o cueste menos
su mantenimiento. La verdadera eficiencia también considera su resiliencia,
escalabilidad, adaptabilidad y sobre todo experiencia de usuario (UX).
Tomemos la
migración a la nube como ejemplo:
Muchas
empresas migran esperando una eficiencia de costos inmediata. Pero sin una
planeación adecuada (gobernanza, diseño de arquitectura, ajuste de
rendimiento), los costos se disparan y los sistemas se vuelven más complejos, no
menos, debido a que no se realizó una evaluación pertinente.
Aquí, la
eficiencia no es solo una cuestión de herramienta, sino de alineación con
objetivos de negocio, arquitectura y usabilidad a largo plazo.
3. En el Manejo de Datos y
la Analítica
Y aquí es
donde la cosa se pone especialmente interesante.
En el mundo
de la analítica, a veces se confunde la velocidad de procesamiento o el volumen
de datos con eficiencia analítica. Pero tableros veloces que responden
preguntas irrelevantes no son eficientes. Tampoco lo son los modelos de machine
learning (ML) muy elegantes que no generan conocimiento accionable.
La
eficiencia analítica significa ayudar a las personas correctas a tomar las
decisiones correctas en el momento adecuado, con la cantidad justa de
información.
No se trata
de inundar a la organización con datos solo porque los sistemas lo permiten.
El valor de
los datos está en las decisiones que permite tomar.
Errores Comunes al Aplicar
la Eficiencia
Entonces,
¿en qué nos equivocamos con la eficiencia?
Durante mis
más de 30 años en posiciones operativas y de gestión, he visto gente cometer
una serie de errores recurrentes, incluyéndome, al tratar de alcanzar
eficiencia. Aquí una lista de fallas que veo repetirse en diferentes
industrias:
1. Confundir Optimización
con Estrategia
La
optimización nos encanta. Queremos recortar lo innecesario, automatizar lo
rutinario y simplificar procesos. Pero hacer todo eso sin alinearlo con una
estrategia de negocio sólida termina creando silos muy eficientes… pero
desconectados.
No se puede
mejorar el camino a partir de un mal plan.
2. Medir Lo Fácil en Lugar
de Lo Importante
Si mides
velocidad, obtendrás velocidad. Si mides costo, obtendrás ahorro. Pero ¿qué hay
del valor entregado? ¿Del ánimo del equipo? ¿De la retención de clientes?
Cuando
optimizamos para métricas fáciles de rastrear, en lugar de hacerlo para las que
realmente reflejan el éxito, corremos el riesgo de ser eficientes en forma,
pero vacíos en fondo.
3. Aplicar Modelos de la
Era Industrial al Trabajo del Conocimiento
Muchas
veces, las empresas siguen aplicando principios de manufactura, como el Taylorismo o la metodología lean, a trabajos creativos o del
conocimiento. El problema es que en entornos donde la innovación y colaboración
son clave, demasiada estandarización puede matar la flexibilidad.
No siempre
se puede aplicar Six Sigma para llegar a grandes ideas.
Una breve
nota:
Aunque más
en el terreno del desarrollo de software, pasa algo similar con metodologías
ágiles como SCRUM… pero ese tema lo dejo para después.
Eficiencia: Un Mejor
Enfoque
Entonces,
¿cómo avanzamos hacia el logro de una verdadera eficiencia?
Pues bien, aquí
van mis recomendaciones sobre qué considerar para lograrlo:
1. Replantear la Eficiencia
como un Concepto Sistémico
La
eficiencia no se trata solo de velocidad o de eliminar costos; se trata de
lograr un desempeño integral dentro de un sistema complejo. Esto también
incluye efectividad, adaptabilidad, sostenibilidad y por supuesto, alineación
con necesidades humanas.
Se trata de
pensar en un equipo o negocio como un ecosistema.
Mejorar una
parte mientras se afectan otras puede causar más daño que beneficio. Hay que
observar las interacciones del sistema, no solo el rendimiento aislado.
2. Diseñar con Propósito,
No Solo con Métricas
Antes de
buscar la eficiencia, debemos preguntarnos:
¿Qué
queremos lograr? ¿Para quién es esto? ¿Qué es lo más importante en este
contexto?
Esto para,
posteriormente, diseñar los procesos, sistemas o tecnologías que cumplan con
nuestros propósitos usando los mínimos recursos posibles.
La
eficiencia persigue al propósito, no al revés.
3. Construir Para el
Cambio, No Para la Perfección
El mundo
cambia rápido, sobre todo hoy en día. De manera que, así como la tecnología
evoluciona, las expectativas de los clientes cambian.
Lo que es
eficiente hoy, puede no serlo mañana.
En lugar de
perfeccionar cada rincón de un sistema, es preferible dejar espacio para
adaptarte.
A veces, un
proceso ligeramente menos eficiente, pero más flexible, es más valioso que uno
súper optimizado que no puede evolucionar.
En Conclusión: Sentido
Sobre Mecánica
La
eficiencia no es solo la aplicación de una o más métricas; es tener un propósito
y un plan. Uno que equilibre resultados con impacto, velocidad con
sostenibilidad y optimización con sabiduría.
La
definición puede estar clara, pero aplicarla requiere matices, sin contexto, se
vuelve un ejercicio hueco, sin estrategia, una trampa, y sin propósito, no
significa nada.
De manera que,
la próxima vez que alguien proponga una solución más “eficiente”, pregúntate:
¿Eficiente
para qué? ¿Para quién? ¿Y a qué costo?
Porque la
verdadera eficiencia no se trata de hacer las cosas más rápido o barato, sino
de hacerlas con inteligencia.
Por
supuesto, si quieres explorar más a fondo este tema, te recomiendo estas
fuentes:
- Drucker, P. F. (1967). The Effective Executive. Harper & Row.
- Senge, P. M. (1990). The Fifth Discipline: The Art & Practice of The Learning Organization. Doubleday.
- Heskett, J. L. (2008). The Culture Cycle: How to Shape the Unseen Force that Transforms Performance. FT Press.
- Womack, J. P., & Jones, D. T. (1996). Lean Thinking: Banish Waste and Create Wealth in Your Corporation. Simon & Schuster.
- Morieux, Y., & Tollman, P. (2014). Six Simple Rules: How to Manage Complexity without Getting Complicated. Harvard Business Review Press.
- Kim, G., Humble, J., Debois, P., & Willis, J. (2016). The DevOps Handbook: How to Create World-Class Agility, Reliability, and Security in Technology Organizations. IT Revolution Press.
- Taleb, N. N. (2012). Antifragile: Things That Gain from Disorder. Random House.
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